Tras dos semanas de negociaciones, la COP29, llevada a cabo en la capital de Azerbaiyán, Bakú, ha finalizado oficialmente, pero no con un resultado esperanzador; todo lo contrario, las negociaciones llevadas a cabo en el otro lado del mundo dejaron mucho que desear.
La llamada “COP del financiamiento” se llevó a cabo del 11 al 22 de noviembre de 2024 en las instalaciones del Estadio Olímpico de Bakú. Dentro de todas las negociaciones celebradas dentro de esta conferencia llamaba la atención una en particular por lo que prometía, era el Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado de financiación climática (NCQG por sus siglas en inglés) que buscaba aumentar las contribuciones de los países desarrollados a 1.3 billones de dólares para el financiamiento del cambio climático, no obstante, el resultado final de las negociaciones solamente dejó como resultado un objetivo de 300 mil millones, decepcionado a muchos.
Las negociaciones fueron igual de polémicas, más de 80 países estaban de acuerdo en fijar la meta a 1.3 billones, incluidos el G77+China y la Alianza de Pequeños Estados Insulares, no obstante la meta final fue definida por la imposición de los países desarrollados quienes extendieron la negociación hasta la madrugada del 23 de noviembre (con horario de Azerbaiyán).
El desenlace de esta negociación generó diversas reacciones. Por su parte, el director ejecutivo de Climate Action Network International (CAN International), Tasneem Essop, declaró que “han sido las negociaciones climáticas más horrendas en años debido a la mala fe de los países desarrollados (…) el Norte Global apareció con un plan para traicionar al Sur Global”. Por su parte, la tensión dentro de la conferencia llevó a los miembros de Sociedad Civil a declarar que “Ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo”. No obstante, sus demandas no fueron escuchadas.
Además del fracaso en la cantidad acordada para el financiamiento, el texto significa un retroceso sustancial en materia del reconocimiento hacia los derechos humanos e inclusión de grupos en situación de vulnerabilidad, ya que, si bien tiene consideraciones y salvaguardas para estos sectores de la población también es bastante claro que falta demasiada ambición así como también no se establecieron menciones adecuadas contra el uso de soluciones inadecuadas como el greenwashing; además, no se establecieron subobjetivos claros para garantizar recursos específicos, por ejemplo, no se encuentra un marco detallado que genere una diferenciación entre la adaptación y las pérdidas y daños.
En conclusión, la COP29 deja un sabor amargo tanto para los países en desarrollo como para la sociedad civil. A pesar de las expectativas puestas en el NCQG como herramienta clave para impulsar el financiamiento climático, el resultado final refleja una falta de ambición y compromiso por parte de los países desarrollados. La cifra acordada no solo está muy por debajo de lo esperado, sino que el texto carece de mecanismos claros para garantizar la equidad, los derechos humanos y la protección de los más vulnerables frente a los efectos devastadores del cambio climático.
Este desenlace refuerza las desigualdades entre el Norte y el Sur Global, evidenciando un desequilibrio en las responsabilidades y beneficios compartidos. Mientras las promesas se diluyen, el mundo continúa enfrentando una emergencia climática que demanda soluciones más inclusivas, justas y urgentes. La falta de avances significativos en esta COP subraya la necesidad urgente de reforzar las alianzas para garantizar un futuro más resiliente y sostenible para lograr exigir la acción de los Estados de manera colectiva.
– Créditos a imagen destacada: Morales L. –