Minería y Miseria: Explotación histórica y la negación de los derechos humanos en las minas de la República Democrática del Congo

“Para explotar el recurso, tienes que explotar a la persona”

La República Democrática del Congo (RDC), a pesar de poseer grandes riquezas minerales como el coltán, el cobalto y el oro, se ha sumergido en una paradoja entre abundancia del recurso y escasez del Estado de derecho. La desigualdad y negación de aquellos derechos humanos que procuran el bienestar y la dignidad humana, encuentra su raíz en una historia de explotación con herencia colonial, que en una simple frase: “Para explotar el recurso, tienes que explotar a la persona”, refleja la realidad inhumana que viven día a día millones de congoleñas y congoleños.

Bajo el dominio colonial belga con el rey Leopoldo II, de finales del siglo XIX hasta 1960, los habitantes de la RDC, antiguamente el Zaire, sufrieron un estado de violencia provocado por la explotación y demanda de recursos, principalmente de caucho y cobalto. Con ayuda de la información del Instituto Tricontinental de Investigación Social (2024), ejemplifica grandes manifestaciones de violencia, como fue que “a muchxs les cortaron las manos y los pies (en un solo día le entregaron al comisario colonial 1.308 manos cortadas). Fueron asesinadxs con armamento más avanzado (como la pistola Maxim) y sufrieron incursiones sistemáticas”.

El colonialismo desarrolló un sistema económico dependiente de la extracción minera, el cual instauró un esquema de explotación que ha sido parte de una línea histórica de violencia y dominación, en la que la negación de los derechos humanos de la población congoleña ha sido permanente, sistemática y visible en la continuidad de la práctica violenta en las minas hasta el día de hoy.

A pesar de la independencia de la RDC en 1960, la nación enfrentó una inestabilidad política que llevó a guerras civiles; golpes de Estado, como fue el de Laurent-Desiré Kabila en 1997, el cual originó la desintegración gradual de las instituciones nacionales; la corrupción endémica y la aceleración del colapso económico. Todo esto impidió el desarrollo económico sostenible y la mejora de la calidad de vida de los millones de congoleñas y congoleños.

Actualmente la RDC se enfrenta a una demanda tecnológica que conlleva la extracción de coltán, estaño, tantalio, tungsteno, oro, cobalto, cobre, entre otros minerales. Según la investigación “Blood Electronics: Congo’s conflict minerals and the legislation that could cleanse the trade” de Shannon Raj (2018) “si un producto tiene una placa de circuito, probablemente recibió algunos de sus minerales de la RDC”. Esto revela una realidad incómoda en la que gran parte de los dispositivos electrónicos que usamos diariamente, están vinculados a la explotación de personas que se ven afectadas por situaciones de vida en las que predominan los conflictos armados y las condiciones laborales que niegan los derechos humanos.

La lucha por sobrevivir

Para que se aborde a detalle las condiciones a las que se enfrentan la población congoleña, es necesario que se vea desde una perspectiva más cercana a la experiencia. Los derechos de la salud, especialmente la reproductiva, al agua potable, a la alimentación, la educación, la vivienda y la seguridad son casi inexistentes. Electronics Watch (2021) revelan en su investigación en una mina de cobalto los múltiples riesgos a los que se ven expuestos, como son las fuertes lluvias que pueden llevar a la inundación de la mina, los derrumbes y deslizamientos de tierra, la fuerte explotación marcada por la violencia y la extrema exposición de sustancias químicas.

Como ejemplo, la extracción de oro y coltán utiliza métodos que implican el uso de mercurio y otros productos químicos tóxicos. La Organización Mundial de la Salud en su informe “Mercury and health” (2017) menciona que la exposición al mercurio “puede producir efectos nocivos para el sistema nervioso, digestivo e inmunológico, los pulmones y los riñones, y puede ser mortal”. Al no existir ningún tipo de protección en las minas y una grave privación de derechos a la salud por la escasa atención médica que se encuentra en la región, son recurrentes los efectos nocivos en la salud de los trabajadores.

En el caso de la minería artesanal, cada vez más mujeres y niños son forzados al área de explotación y todos los niveles que el proceso conlleva. Con ayuda del informe “Life at the bottom of the chain: WOMEN IN ARTISANAL MINES IN DRC” de Women’s International League for Peace & Freedom (WILPF) (2016), se sabe que el 80% de los minerales que se exportan de la RDC, son originarios de la minería artesanal. Además, las condiciones en las minas artesanales son considerablemente más peligrosas que en los yacimientos de explotación pertenecientes a grandes empresas mineras, ya que los métodos de tratamiento de los minerales son siempre arcaicos e improvisados.

En ejemplo, en el informe de WILPF (2016) menciona que muchas mujeres en la región de Kambove, sufren abuso sexual, trastornos menstruales, abortos espontáneos, infecciones vaginales por hongos, embarazos complicados que resultan en niños con malformaciones en ojos, cabeza, boca y brazos. Además de sufrir sobre todo de malaria, infecciones respiratorias, diarreas y afecciones cutáneas, mucho causado por la exposición a polvo de cobalto o las sustancias químicas mencionadas con anterioridad.

Los niños de la región “al igual que los adultos, trabajan sin cesar, en condiciones de calor insoportables, nubes de polvo rojo y baja luminosidad, estos niños deben cavar túneles de 200 a 300 metros de profundidad, exponiéndose, constantemente, al riesgo de morir asfixiados” (Humanium, 2016). Desde muy jóvenes son expuestos a las precarias e inhumanas condiciones laborales, limitando su oportunidad de soñar y crecer en un entorno seguro y educativo. Como fue el caso de J. Arthur, quien trabajó en una mina desde los 9 hasta los 11 años, declaró:

“Trabajé en las minas porque mis padres no podían pagarme comida ni ropa. Papá está desempleado y mamá vende carbón.”
J. Arthur, quien trabajó en una mina desde los 9 hasta los 11 años. (Amnistía Internacional, 2016)
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Las personas que trabajan en estas minas, no solo extraen minerales, también son arrancadas de su propio derecho a vivir en plenitud. El tema de la seguridad es parte esencial para entender la gravedad y nivel de riesgo al que se enfrenta la población, ya que además de las grandes empresas mineras multinacionales, las decenas de grupos armados repartidos por todo el territorio, en específico las regiones de Ituri, Kivu Septentrional y Kivu Meridional, son agentes de explotación, violación y amenaza.

Por todo lo anterior, las comunidades se han visto forzadas a abandonar su hogares en busca de seguridad y mejores condiciones de vida. La necesidad de una regulación internacional eficaz que procure y vele por legislaciones locales fortalecidas es urgente para garantizar los derechos humanos de las poblaciones y construir un marco global que prevenga y responda a las crisis humanitarias de derechos humanos, asegurando y promoviendo prácticas mineras responsables y sostenibles que se direccionen a una transición justa de una economía diversificada y equitativa. Los mecanismos de protección deben fortalecer un marco normativo que gradualmente garantice los derechos de las congoleñas y congoleños de todo el país.

En este sentido, se debe visualizar el futuro de la RDC en donde no sea sinónimo de conflictos armados y explotación minera, sino un entorno de seguridad y bienestar para toda su población. Contribuyendo así a una paz duradera y un desarrollo sostenible y equitativo que transforme la realidad actual por una garantía a la dignidad y la libertad.

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