El 23 de octubre, la inteligencia ucraniana informó acerca del despliegue de tropas norcoreanas en el territorio ruso cerca de la zona de combate de Kursk, este es un esfuerzo por apoyar militarmente al Kremlin en Ucrania a partir del Tratado de Asociación Estratégica Integral entre Corea del Norte y Rusia. Se estima que 3,000 soldados ya se encuentran entrenando en Rusia para entrar en combate pero en su totalidad se desplegarán 12,000 soldados.
Dicho tratado bilateral fue firmado el pasado 19 de junio por los respectivos jefes de Estado, en este se incluye un artículo de asistencia militar mutua en casos de agresión. Esta cooperación fue señal de alarma para Estados Unidos y Corea del Sur, sin embargo, Putin aseguró que se trata de “garantizar la seguridad y la estabilidad política de la región del Noroeste Asiático”, agregó que la intención no es ir contra terceros países. Asimismo, el tratado fue ratificado por unanimidad el 24 de octubre por la Duma de Rusia, posteriormente será enviado a la cámara alta y después al Presidente Vladimir Putín.
No obstante, la avanzada militar despertó inquietudes en el bloque occidental. Por una parte, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) confirmó el despliegue militar y señaló que si se implican en el combate armado en Ucrania, se podría esperar una “escalada significativa” en el conflicto. Por otra parte, Yoon Suk-yeol, presidente de Corea del Sur, mencionó la posibilidad de mandar armas a Kiev dependiendo de los niveles de cooperación militar entre el Kremlin y Corea del Norte.
A manera respuesta, el presidente de Corea del Norte, Kim Jong Un, no ha desmentido ni afirmado ninguna declaración. Mientras que Putin abordó ambiguamente el tema al señalar que es “un asunto de ellos” y una decisión soberana donde ningún otro país está implicado.
Finalmente, el despliegue de tropas norcoreanas en Rusia representa un avance significativo en la colaboración militar entre ambos países, desafiando la postura occidental en torno a Ucrania. Ante esta adición militar, surge una pregunta inquietante: ¿estamos al borde de un conflicto aún mayor en el que los límites geográficos y políticos se diluyan?