
El Tren Maya, la obra insignia del expresidente AMLO, volvió a colocarse en el centro de la discusión nacional tras el percance ocurrido el 19 de agosto en la estación de Izamal, Yucatán. El director del proyecto, el general Óscar David Lozano, presentó un informe para aclarar lo sucedido y evitar rumores. Según explicó, “no fue un descarrilamiento; fue un percance de vía causado por una anomalía técnica inadmisible”. La situación se originó cuando la maquinista percibió un “jalón” de desacople y activó el freno de emergencia, lo que permitió detener la marcha conforme al protocolo. Gracias a esta reacción, los 261 pasajeros fueron evacuados sin lesiones, aunque una trabajadora con 20 semanas de embarazo fue valorada en hospitales y se le reportó estable. A pesar del incidente, no se suspendieron las corridas del día y el único retraso fue de 45 minutos en el tren siguiente.
Lozano aclaró que no se trató de un error humano, pues el sistema está automatizado, y adelantó que ya se trabaja con las empresas Voestalpine y Alstom, responsables de los sistemas ferroviarios, para implementar mejoras en los mecanismos de acople. Entre las medidas propuestas se contempla un segundo sistema de comprobación y la instalación de sujetadores mecánicos que eviten movimientos no autorizados. Sin embargo, en entrevistas recientes, admitió que buena parte de los cambios de vía todavía se realizan de forma manual, lo cual es una vulnerabilidad técnica que urge automatizar.
“Fallamos ya dos veces, y no debemos hacerlo en el futuro”, declaró, aunque defendió que el plan sigue siendo alcanzar los 13 mil pasajeros diarios necesarios para llegar al punto de equilibrio financiero.
Pero los incidentes han encendido las alarmas. Durante el primer día de funcionamiento del Tren Maya se registraron retrasos de hasta cuatro horas, atribuidos a una falla técnica de la empresa encargada de los ferrocarriles y no del Tren Maya mismo. Un trabajador defendió la obra con la frase: “nadie es perfecto”. Después, en septiembre de 2024, otro tren quedó varado durante horas en Campeche por fisuras en la rueda de un vagón. Estos antecedentes, sumados al caso de Izamal, han generado dudas crecientes sobre la seguridad de la obra.
A ello se suman las críticas sobre el costo y el impacto ambiental. El Tren Maya fue anunciado con un presupuesto inicial de entre 120 y 150 mil millones de pesos y con la promesa de no dañar el medio ambiente. Sin embargo, el gasto ya rebasa por más de cuatro veces esa cifra, mientras que se calcula la tala de 11 millones de árboles, la perforación de 120 cenotes y cavernas y la afectación a especies. En este contexto, el proyecto ha pasado de símbolo de desarrollo prometido a emblema de controversia.
El debate también llegó al terreno político. Tras el percance de Izamal, el vicecoordinador de Morena en el Senado, Ignacio Mier, pidió investigar los contratos del Tren Maya, aunque rechazó indagar sobre Amílcar Olán, amigo de Andy López Beltrán, vinculado con la venta de balasto (las piedras sobre las que corre el tren). Desde la oposición, Ricardo Anaya cuestionó cómo un proyecto que costaría 150 mil millones terminó superando los 500 mil millones y por qué se inició sin los estudios ambientales necesarios. El coordinador del PRI en el Senado, Manuel Añorve, fue más allá y sugirió suspender temporalmente el servicio para revisar todas las rutas y evitar que un incidente similar vuelva a ocurrir. A la polémica se sumaron revelaciones difundidas por LATINUS, donde se exhiben audios en los que el primo del hijo AMLO y un amigo encargados del suministro de balasto, hablan de bajar la calidad y de presuntos sobornos a laboratorios para encubrir fallas, además de burlarse si se descarrilara.