La democracia como una herramienta para la paz

“No hay paz sin justicia. No hay justicia sin equidad. No hay equidad sin desarrollo. No hay desarrollo sin democracia. No hay democracia sin el respeto a la identidad y la dignidad de las culturas y de los pueblos.”
-Rigoberta Menchú

La democracia, entendida como “el poder (kratos) del pueblo (demos)”, es un sistema de gobierno y una forma de organización social que busca la participación igualitaria de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas. Sin embargo, en México, la consolidación de una democracia plena y funcional sigue siendo un desafío, en un contexto marcado por la desigualdad, la violencia y la desconfianza en las instituciones. 

Parece ser que la solución es la implementación de la democracia social, un concepto que va más allá de los procesos electorales. Este concepto promovido por pensadores como Tocqueville y Bryce, aboga por un ethos de respeto donde las personas se reconocen mutuamente como iguales. En una sociedad multicultural como la mexicana, la democracia social se construye desde las microdemocracias -comunidades, organizaciones y grupos locales- que sirven de base para la macrodemocracia política.

Un ejemplo notable de esta aproximación sería el Centro de Justicia Alternativa en Oaxaca, creado en 2002 y renombrado en 2012, esta institución busca ofrecer servicios de medios alternos de solución de conflictos para la pronta, pacífica y eficaz solución de controversias entre particulares en asuntos de naturaleza civil, familiar, mercantil y penal. Su impacto ha sido significativo, ya que ha logrado solucionar conflictos sin necesidad de llegar a instancias tradicionales, obteniendo acuerdos duraderos y de cumplimiento inmediato, a bajo costo y con poca inversión de tiempo para los usuarios. 

El éxito y la relevancia del Centro de Justicia Alternativa en Oaxaca recae en que la democracia está intrínsecamente relacionada con la participación política y ciudadana, construyendo de manera efectiva una paz democrática, al ofrecer vías de resolución de conflictos más accesibles, eficientes y centradas en la restauración del tejido social.

El Índice de Paz en México, encontró que en 2022 el 52% de los mexicanos creían que su país estaba muy o muy extremadamente dividido y el 65% creía que era poco probable que las divisiones pudieran superarse. La creciente polarización política en los últimos años ha dificultado el diálogo y la construcción de consensos, además de que la exclusión política de grupos vulnerables -indígenas, mujeres, personas LGBTQ+, entre otros- sigue siendo una realidad que debilita la democracia mexicana. Las reformas electorales y de participación ciudadana han buscado fortalecer la democracia pero su implementación y efectividad siguen siendo debatidas.

La violencia política persiste, especialmente en zonas de alta conflictividad. Por ejemplo en regiones como Guerrero donde Data Cívica afirma que el estado suma más de 60 ataques contra funcionarios públicos y sus familias de enero a septiembre del año en curso. Esta situación erosiona la confianza en las instituciones y obstaculiza la participación ciudadana. Al mismo tiempo el sistema de justicia mexicano enfrenta críticas por su enfoque punitivista donde las condiciones en las prisiones -a menudo sobrepobladas y con condiciones precarias- reflejan más un castigo que una reinserción social. La justicia alternativa y transicional se presenta como una vía más constructiva, especialmente en comunidades afectadas por la violencia. 

Es crucial fomentar la tolerancia y la fraternidad entre diferentes grupos sociales. La concientización y la reflexión ciudadana son claves para superar la polarización y avanzar hacia una paz “iluminada, serena e incluso alegre” como la describe Rigoberta Menchú. En este sentido la paz no puede desvincularse de la justicia. El uso de las herramientas locales de construcción de paz tiene un enfoque de abajo hacia arriba que permite identificar factores que influyen en los índices de violencia y promueve diálogos entre actores locales en diversas regiones. Es vital generar procesos de paz que incluyan enfoques de justicia transicional, así como lograr negociaciones inclusivas, promoviendo la paz duradera y la gobernanza inclusiva.

El camino hacia una paz democrática es complejo y multifacético, requiere de un marco legal robusto y un cambio profundo en la cultura política y social.  Además de reconocer la diversidad cultural del país, abordar las injusticias históricas y crear espacios de diálogo genuino. Solo así se podrá avanzar hacia una sociedad donde la democracia no sea solo un sistema de gobierno, sino un modo de vida basado en el respeto mutuo y la búsqueda del bien común. 

Créditos de la imagén

Referencias

1 comentario en “La democracia como una herramienta para la paz”

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