
El conflicto en Sudán se ha agravado con una nueva masacre. Al menos 40 civiles murieron y 19 resultaron heridos en un brutal ataque perpetrado por las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) contra el campo de refugiados de Abu Shuk, en Darfur, mismas que se enfrentan contra la milicia regular de Sudán. La masacre, ocurrida el pasado 11 de agosto de 2025, ha sido calificada como una “violación horrible contra personas inocentes y desarmadas” por el comité de resistencia local.
La Sala de Respuesta de Emergencia, una red de voluntarios que brinda asistencia en el frente de batalla, confirmó que los paramilitares de las FAR irrumpieron en el campamento, ubicado en las afueras de El Fasher, disparando indiscriminadamente en las calles y dentro de las viviendas, lo que ocasionó las bajas civiles y representó una nueva escalada en el conflicto.
Según los socorristas, las muertes fueron causadas tanto por balas perdidas como por ejecuciones directas. Este ataque es el más reciente de una serie de agresiones por parte de las FAR, que mantienen un estado de sitio en El Fasher, la última gran ciudad de Darfur bajo control del ejército sudanés.
Mientras la violencia se intensifica y el temor se apodera de los civiles, las milicias han recurrido a tácticas de terror psicológico, advirtiendo a la población: “Puedes huir, pero te encontraremos”. Este testimonio, recogido por Jocelyn Elizabeth Knight, oficial de Protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), refleja el profundo trauma de la población.
En Darfur, muchos desplazados se refugian en edificios públicos abandonados, sin acceso a agua potable ni saneamiento básico. La falta de seguridad y el bloqueo de las rutas humanitarias por los grupos armados han dificultado la entrega de ayuda. La situación se complica aún más con las lluvias, que hará intransitables muchas rutas. Además, la inseguridad ha paralizado la agricultura, agravando la escasez de alimentos.
El conflicto ha provocado que más de 873.000 refugiados sudaneses hayan huido a Chad, donde uno de cada tres habitantes es ahora un refugiado. A esto se suma un brote mortal de cólera que se ha extendido por todo Sudán, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reportado cerca de 100.000 casos desde julio de 2024.
En lugares como Tawila, en Darfur, los desplazados carecen de jabón, agua limpia y saneamiento básico. La población se ve obligada a beber agua de fuentes naturales contaminadas y carece de baños. La ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) ha abierto centros de tratamiento en Tawila, pero la falta de recursos y el gran número de casos han saturado rápidamente las instalaciones.
El ACNUR ha solicitado 130 millones de dólares para asistir a 800.000 personas en Darfur, contener el cólera y reubicar a los refugiados en Chad, pero la situación sigue siendo crítica. También el Servicio de Acción contra Minas de la ONU (UNMAS) ha alertado sobre la presencia de restos explosivos de guerra, que están matando o mutilando a civiles que desconocen el peligro.
Mohammad Sediq Rashid, jefe de UNMAS en Sudán, advirtió que “hay contaminación en caminos, hogares, escuelas, pistas de aterrizaje, hospitales e incluso bases humanitarias”. La población ignora los riesgos y el problema crece cada día, aumentando el peligro para todos los que intentan sobrevivir en medio del caos.
– Créditos a imagen destacada: Acción contra el hambre –