
Este 12 de octubre ocurrió un golpe de estado militar en Madagascar por el grupo CAPSAT (Órgano de administración de personal y servicios administrativos y técnicos), una unidad histórica dentro de las fuerzas armadas, al rebelarse contra el gobierno del presidente Andry Rajoelina. La madrugada de dicho día, elementos de CAPSAT tomaron el Palacio Presidencial de Iavoloha, los principales edificios del Parlamento, las estaciones de radio y las televisoras nacionales. Horas después, el portavoz del grupo militar dió a conocer que se suspendía la Constitución, la disolución del Parlamento y la destitución del Presidente Rajoelina ante las acusaciones de corrupción, autoritarismo y negligencia.
Además, el cambio político fue respaldado por otros sectores del ejército, juventudes y sindicalistas; estos dos últimos tenían semanas en protesta por la inflación, el desempleo, la escasez de combustible y de alimentos. No obstante, toda esta ola de revolución no es un componente aislado: Madagascar es uno de los países más pobres de todo el mundo, donde un 70% de su población gana menos de $2 USD al día y estos meses, la crisis humanitaria se ha agravado por la sequía y los altos precios internacionales.
Este 15 de octubre, se anunció que próximamente el general Michael Randrianirina, exjefe del Estado Mayor, tomará posesión como “presidente de la refundación nacional”. Aun así, este mandato sería temporal y se convocará una asamblea constituyente en los siguientes seis meses. En su primer discurso televisado, Randrianirina prometió luchar contra la corrupción, reformar el sistema político, y garantizar elecciones libres en el futuro. También declaró el fin de los partidos políticos actuales, a los que calificó de “estructuras caducas y elitistas”.
En la región, la Unión Africana condenó el golpe de estado y suspendió inmediatamente a Madagascar como miembro activo, específicamente pidió que se restaurara el orden democrático. Además, los hechos son una prueba tangible de la inestabilidad política en el país, pues han sido recurrentes desde su independencia en 1960. Igualmente han sido instrumentos para escalar puestos políticos como en 2009, donde Andry Rajoelina tomó el poder tras forzar la renuncia del entonces presidente Marc Ravalomanana.
Ahora bien, Madagascar entra en una etapa incierta, con los militares al mando y una población dividida entre la condena y el cansancio de los anteriores gobiernos. Mientras tanto, la comunidad internacional está ante la vigilancia de las tensiones y posibles repercusiones.