¿En dónde están los ojos del mundo?

Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU sobre la situación en Palestina, 17 de junio 2025 Foto: UN photo archive.

Lo real y lo ficticio

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial se impuso en Europa una limpieza política e ideológica del fenómeno del nazismo y el resto de expresiones fascistas que habían justificado las atrocidades cometidas desde la década de los 30. La reconstrucción intelectual incluyó la lectura y relectura de las plumas de Jean Améry, Primo Levi, Günther Anders, Adorno y, desde luego, Hanna Arendt, postulando grosso modo un nuevo paradigma de la civilidad ilustrada y liberal. Bajo el signo del ¡Nie Wieder!, desde Europa se gestó una memoria colectiva que lo mismo recogía las peripecias de los judios sometidos por el nazismo en Europa central, pero, ampliando sus efectos a todos los judíos de la diaspora exegética.

Para Enzo Traverso la nueva “religión civil” de Occidente incluyó, además de la irregular interpretación histórica, la indiferente frialdad de la constitución del estado de Israel en lo que otrora fueron colonias británicas. En un lapsus que pervive hasta nuestros días, el proyecto original de mediados de la década de los 40 no tomó en cuenta –por imprudencia e irresponsabilidad– la existencia de ingentes volúmenes de asentamientos palestinos en torno a la Franja de Gaza.

Por lo que la región, en disputa desde tiempos bíblicos, fue el sitio designado para manufacturar lo que Norman Finkelstein ha llamado la “industria del Holocausto”, es decir, una petrificación tendenciosa de la memoria de las atrocidades del nazismo; asegurando que todo judío es de facto víctima. 

Paralelamente esa identificación, se impuso una suerte de límites sobre lo políticamente correcto, lo que en la práctica se convirtió en una sentencia de antisemita para todo aquel que se atreva a cuestionar al estado de Israel. De nuevo, la equiparación de la calidad de víctima a todos los judíos e Israel como su domicilio.

La oficialización de la memoria del Holocausto aprovecha año con año los aniversarios del final de la Guerra, la liberación de Auschwitz, Buchenwald, Treblinka o cualquier otro referente de la Endlösung, para reafirmar su universalismo y vociferar la dignidad humana que gozamos todas y todos; todo esto mientras el colonialismo israelí sigue su curso con las brutales imágenes que hemos visto circular en el espacio público. Singular premisa kantiana…

Mientras esto sucede, apenas unas expresiones de protesta internacional han ocurrido, siempre desde la condena cordial de la diplomacia global –sin repercusiones financieras o diplomáticas reales– sino más bien como paliativo para quien diariamente muere por el fuego cruzado del terrorismo islámico y el ejército constituido del Estado al otro lado del mapa. Ambos reivindicando la prédica de la guerra sacra y la suya la causa justa.

Sueño Velador

El conflicto en Medio Oriente no es sino sintomático del fallo del idealismo liberal y el universalismo que propone. Esto porque los escenarios geopolíticos tienen realidades innegables, por mucho que se vocifere lo contrario. Al respecto, las teorías de la escuela realista propuestas por Hans Morgenthau (1904 – 1980), afirman que las relaciones internacionales deben entenderse como el juego de ajedrez de grandes potencias con países de su esfera de influencia (estados vasallos).

Dicho esquema es bastante útil para hacer un recuento de la Guerra Fría y los sucesivos conflictos entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética, siempre bajo la fachada de dichos estados vasallos. Algunos como la guerra de Corea, la guerra de Vietnam o, en décadas más recientes, la guerra afgano – soviética; todas bajo la consigna de la doctrina de seguridad y las esferas de influencia geopolítica.

Pero, terminado el conflicto más largo de nuestra historia reciente ¿qué sucedió? El final de la Guerra Fría impuso una suerte de entusiasmo geopolítico inspirado en el idealismo liberal y que se expresó en el vuelco de los Estados en torno al derecho internacional como mecanismo para solucionar conflictos y para fomentar la cooperación exterior; así como el respeto irrestricto a los derechos humanos como faro de las políticas interiores de cada país. Nada más alejado de la realidad.

Como se ha hecho patente desde hace décadas, las relaciones en el sistema internacional mantienen diversos grados de asimetría, que benefician a las potencias mundiales, mientras perjudican –intencionalmente– a los países con menor influencia geopolítica. Tan sólo en los últimos días, hemos sido testigos del nacionalismo “bravucón” de Estados Unidos en Medio Oriente, como en Europa del Este y Asia incluida, pronunciándose sobre los conflictos de Irán e Israel, Rusia y Ucrania y Pakistán e India, respectivamente.

Mientras la narrativa presidencial de la Casa Blanca –así como su mano dura– se hacen patentes en prácticamente todos los rincones de la tierra, el “radio pasillo” de la diplomacia internacional brilla por su ausencia y franca irrelevancia: la Unión Europea ha sido enérgica en sus condenas al genocidio que sufre el pueblo palestino a manos del estado de Israel, mientras mantiene el abastecimiento armamentístico al gobierno de Netanyahu.

Votación de la Resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas para exigir un cese al fuego en Gaza, 11 de diciembre de 2024. Foto: UN photo archive.

Un escenario similar ocurre con los criticados bombardeos rusos en territorio civil ucraniano, financiados con la compra de gas natural –y otros energéticos– al gobierno de Vladimir Putin. Incluso, el propio Consejo de Seguridad de la ONU, fue sorprendido por el bombardeo estadounidense sobre las centrales nucleares iraníes la madrugada del domingo pasado.

No queda duda: el universalismo idealista es un sueño velador.

La No – Guerra

Para pesar de algunos, ciertamente no de quienes ocupan los escritorios del poder, los rayos del sol se cuelan sobre las columnas de humo y los escombros que otrora fueron edificios. “Eran terroristas… antisemitas… enemigos de la libertad”, afirman quienes desfiguran los rostros humanos y los convierten en casualties de sus misiles. Preocupantemente las pantallas de todas y todos nosotros se atiborran con imágenes de misiles deteniendo otros misiles.

Una y otra vez hemos observado los retratos de las verdaderas víctimas de la no – guerra entre Israel y Palestina, entre Israel e Irán, entre Irán y Estados Unidos, que no son los estados sino los pueblos. Los niños que, al ensordecedor ruido de las alarmas, responden con el paso apresurado y torpe a un sótano o refugio antibomba. Las familias que compiten entre sí por una hogaza de pan, una lata o una botella de agua. Los llantos de uno y otro bando, si es que aquello existe todavía.

Mientras tanto, los autonombrados expertos intentan fútilmente responder al enigma ¿qué está pasando? mientras el resto de nosotros nos preguntamos ¿por qué nadie hace nada?Algunos más, desde el ciego privilegio, atinan a tuitear su indignación esperando que Trump, Putin, Netanyahu, Jameneí o cualquier otro recule por el post de @juanpérez123.

Foto: UN photo archive.

Una cosa queda clara: la moral –siempre subjetiva e histórica– y el derecho internacional juegan un papel secundario cuando se enfrentan al interés de los estados nacionales. 

Impulsos Primitivos

La Libertad, la Democracia y la Legítima Defensa –con mayúsculas– son fórmulas recurrentes para quienes vuelan escuelas y hospitales reafirmando sus respectivas doctrinas de seguridad nacional. Satisfaciendo, de esta manera, los bajísimos impulsos de matarse unos a otros, uniformados o no.

Como decía Borges, la guerra es un espectáculo de dos pelados (calvos), peleándose por un peine. La verdadera muerte, destructora de mundos. Por si fuera poco, las guerras de hoy son fragmentadas, sin declarar y más ominosas que antes. Actualizadas desde la inmediatez del X (antes tuit).

Al momento del cierre de esta edición (25 de junio), Irán e Israel han acordado un alto al fuego, luego del bombardeo estadounidense de la madrugada del domingo 22. Siempre serán buenas noticias el cese de hostilidades, pero, como resultado de una agresión de igual magnitud a las perpetradas en el conflicto, desde luego asusta. El manotazo como mecanismo paradójico de paz.

Desde luego es una mala noticia que el realismo político se imponga sobre nuestras sociedades y que la ética sea sustituida por los intereses más bajos y primitivos de la especie humana. Después de todo, seguimos siendo unos animales.

Los jóvenes, como tantos otros, nos preguntamos ¿dónde están los ojos del mundo?

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