Resistencias epistemológicas en América Latina en el siglo XXI

“Dioses del Mundo Moderno” mural de José Clemente Orozco en 1934. 1

La continuidad de nuestra vida diaria se permea de distintas concepciones subjetivas que construyen nuestra interpretación del mundo. El tránsito del día tras día nos condena a dar por sentado la razón de ser de nuestro entorno, pero, ¿qué sucede cuando observamos fijamente el espectacular que se asienta al costado de la calle y comenzamos a cuestionar el por qué del discurso que tiene impreso o la elección de ciertos colores? Podemos conducir a puntos muy interesantes.

El objetivo principal de este artículo de divulgación es fomentar el cuestionamiento y problematización en torno a los discursos que escuchamos y leemos en la cotidianidad de nuestros días, incentivando una curiosidad crítica sobre la manera en que se estructura el conocimiento adquirido a lo largo de la vida.

Cuando se habla del estudio de conocer, de los saberes y la generación de estos, nos adentramos en el concepto de epistemología. Existe un gran debate al momento de definirla, sobre todo por la posibilidad de, al hacerlo, restringir su significado. Para no redundar tanto en esta disruptiva, rescato el concepto de Mario Tamayo y Tamayo (1999), que la define como la ciencia o teoría de la ciencia que tiene como objeto conocer la cosas en su esencia y sus causas. En este trabajo se abordará el término como la comprensión y estudio del conocimiento que rige el mundo que habitamos.

Definiendo el colonialismo epistémico y el extractivismo epistémico

A través de distintas obras se comprenden diferentes perspectivas que algunos autores emplean sobre el colonialismo epistémico, las cuales exponen los distintos ejes en los que incide esta dominación occidental. A partir de estas, se define como la imposición de sistemas de conocimiento propuestos por el norte global, posicionándose como universales y superiores. En consecuencia hay una deslegitimación, invalidez u olvido de los saberes indígenas, locales y subalternos; proceso que va consolidando las estructuras e instituciones hegemónicas que delimitan las realidades que vivimos actualmente. 

En este contexto, no podemos comprender el colonialismo epistémico sin voltear la mirada al extractivismo epistémico, concepto que presenta Ramón Grosfoguel (2016), como el saqueo, despojo y desvirtualización de ideas científico-ambientalistas provenientes principalmente de comunidades indígenas, con el fin de ser descontextualizadas y resignificadas a lógicas occidentales, culminando en el mercadeo de este conocimiento con el fin de transformarlo en capital económico; lo que resulta en la deslegitimación de los pueblos creadores, generando más perdidas que ganancias para ellos.  

Implicaciones del imperialismo epistémico y la imposición de un marco conceptual a través de instituciones coloniales

Como se ha señalado anteriormente, discutir sobre colonialismo requiere profundizar en el origen de las relaciones de poder en un sistema estrictamente colonial. En retrospectiva, al enfocarnos en esta época, se establece una clara distinción entre el conquistador y el conquistado, presentando pautas que en este contexto temporal, valoraban la idea que biológicamente el colono se situaba en un estado superior al colonizado. Partiendo de este hecho, sería interesante preguntarnos ¿cómo incide la evolución de este principio en el desarrollo estructural de instituciones en el siglo XXI? 

Considero que hay tres principales instituciones que son indispensables en el sostén de un colonialismo epistémico: la religión, la educación y la ciencia. La religión se consolida como un pilar en los procesos de colonialismo, principalmente se emplea como justificación de los procesos coloniales mediante la evangelización y conversión de la población nativa al nuevo orden jerárquico que deslegitima las cosmovisiones de las comunidades indígenas. La educación predomina como una herramienta en la prevalencia y reproducción de narrativas occidentales impuestas que marginan saberes subalternos que no embonan con los eurocéntricos. Por último, la ciencia como institución generadora de conocimiento, es utilizada para legitimar la dominación colonial, al categorizar y deshumanizar a los pueblos colonizados, invalidando cualquier entendimiento proveniente de ellos. 

Para ilustrar estos puntos, hay un ejemplo presentado por Ramón Grosfoguel (2016), que parece muy relevante para destacar. El autor cuestiona el concepto de naturaleza; denota su carácter occidentalocéntrico y resalta el rasgo que en estos marcos conceptuales parten de una diferenciación entre el sujeto dotado de vida (humano) y los objetos con los que interactúa son carentes de ésta. Bajo esta pauta, el humano es concebido como exterior a la naturaleza; cuando se aplica esta noción dentro de los procesos de desarrollo tecnológico –no solo en este sector, sino en las formas que interactuamos con el entorno– , dichos proceso parten de la idea de naturaleza como el medio para un fin, reproduciendo una racionalidad en su esencia que conlleva a la destrucción de la vida.

En este punto se introducen las epistemologías del sur, que surgen como una respuesta a la impronta de estas interpretaciones del mundo. En la cosmovisión de las comunidades originarias no existe tal concepto de naturaleza; estas parten de la idea de un cosmos en el que dentro de él habitan distintas formas de vida interdependientes que coexisten entre sí, mantienen el principio que la vida humana depende completamente de las otras formas de vida. Es claro que si la tecnología, y el proceso de creación en diferentes áreas, abrazara este marco conceptual su racionalidad radicaría en el objetivo de seguir reproduciendo vida, sin embargo, implementar esto en los sistemas y estructuras regentes, se torna en una tarea más compleja.2

El impacto en la creación y aplicación de conocimiento en la realidad: Modernidad y Desarrollo

Para comprender más la imposición hegemónica de conceptos occidentales céntricos en los procesos regionales del sur global, quiero mencionar dos conceptos fundamentales que ejemplifican este proceso. 

La modernidad es un concepto que no se puede abordar sin dejar de lado su sentido colonial, no puede entenderse sin la experiencia colonialista, ya que fue a través de la colonización de América que se consolidaron las bases del mundo moderno. Ramón Grosfoguel (2011) lo comprende como un proyecto que se origina en la expansión del capitalismo europeo y parte del establecimiento de un sistema de dominación que clasifica a las personas en función de su raza, cultura y territorio. Deja clara la idea de una civilización superior que da pauta a un sistema de dominación occidental sobre el resto del mundo; se manifiesta en proyectos que se fundamentan en conceptos como “carga del hombre blanco” y la misión civilizadora, los cuales justifican su sentido colonial en la premisa de considerar que ciertos pueblos “salvajes” necesitan ser salvados. 

Estrechamente vinculado con la modernidad, está el desarrollo, que es definido a partir del crecimiento económico y la modernización, este se cimenta en la idea de un progreso continuo, donde se espera que las sociedades avancen de manera lineal hacia un estado de bienestar material y tecnológico. Eduardo Gadynas (2011), explica que el desarrollo es un concepto en crisis,  con claras implicancias coloniales, y es una expresión de la modernidad, que actualmente sigue perpetuando estos procesos de extractivismo violento de recursos, marginación de comunidades y dinámicas de explotación en la búsqueda de un auge económico del estado que, en un lapso largo de tiempo, denotará su insostenibilidad y el carácter autodestructivo que sostiene. 

Ambos conceptos son ejemplos fidedignos de cómo se busca imponer estas ideas en realidades totalmente distintas y que, de igual manera, buscan seguir manteniendo las dinámicas de poder colonialistas. Retomando el concepto de la colonialidad del poder de Aníbal Quijano (2014), se entiende con más claridad que las dinámicas coloniales tienen una influencia vigente en la distribución desigual de recursos, oportunidades y poder, perpetuando la explotación de los pueblos no europeos en el contexto de la economía global, lo cual se puede apreciar cuando identificamos que el sur global sigue siendo exportador de mano de obra barata y dotador de la extracción de recursos valiosos para el comercio global. Siguiendo el hilo de la premisa económica, se evalúa que en las agendas políticas de Estado, la protección de las áreas naturales o la preservación de la cultura de los pueblos originarios no son politizados, y la socialización de una ideología eurocentrista colonial en las esferas sociales traen como consecuencia la creación de instituciones restrictivas en ámbitos ambientales y sociales.

El Buen vivir como resistencia epistémica

Considerando lo mencionado anteriormente, el concepto del Buen Vivir nace como una alternativa a las nociones de un desarrollo occidental en el contexto de los pueblos indígenas de América del Sur, como los Kichwa de Ecuador y los Aymara de Bolivia. Preserva una concepción holística de aspectos sociales, ambientales y culturales. Uno de los principales promotores del concepto, Eduardo Guadynas (2011), describe el buen vivir como una “oportunidad” para construir un modelo que no se reduzca al “bienestar occidental”, sino que se base en la cosmovisión de los pueblos indígenas, donde el mejoramiento social es visto como una categoría en constante construcción.  

Eduardo Guadynas (2011) explica ciertos principios que constituyen esta propuesta, misma que  plantea que el desarrollo debe servir al buen vivir y proponen un “régimen de desarrollo” el cual se plantea como un conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales, que garantizan la realización del buen vivir. Se reinterpreta la interacción del humano con la naturaleza que rompe con el paradigma antropocéntrico de esta, reconoce la diversidad cultural de los territorios, persigue la satisfacción de necesidades desde herramientas pacíficas, sustentables y armoniosas, y construye un principio de colectividad participativa en los procesos sociales que atañen a todos los actores sociales. 

Formalmente, el Buen Vivir se integró a las constituciones de Ecuador en 2008 y de Bolivia en 2009, representando una coyuntura en el proceso de creación de nuevos proyectos políticos que legitiman el conocimiento generado en cosmovisiones de los pueblos originarios y se desprendan de los saberes occidentales que rigen al destructivo sistema global contemporáneo. Lo anterior tiene la intención de crear gobiernos por y para las personas, el ambiente y la preservación de una sociedad armónica y constructiva para todos sus ejes. 

Reflexiones Finales

Concebir nuestra realidad en América Latina bajo marcos conceptuales que explican un sistema de carácter nocivo, regido a partir de extractivismos grotescos que tienen como fin la acumulación del capital, perpetuando la idea de un desarrollo que termina modernizando a los estados dominantes y dicta la permanencia del estatus de explotado al sur global; es condenarnos a la resignación de un rol que nos posiciona como medios para un fin.

Por lo anterior, es de suma relevancia problematizar, cuestionar y reflexionar sobre los conceptos de los que parten todas las interacciones que habitamos en sociedad, pues el origen de los conceptos determina la racionalidad de sus ejecuciones. Como se expuso anteriormente, el ejemplo de naturaleza y cosmos, denota la gran relevancia de la conceptualización en todos los procesos que rigen el mundo, desde lo micro a lo macro. 

Honestamente, la idea de abandonar el sistema y las estructuras actuales, plasmadas en teoría se erigen de formas magníficas, sin embargo, cuando centramos estas teorías en el campo tangible de la realidad, se presentan diversas trabas provenientes de la monstruosidad estructural que ya está arraigada tanto en el inconsciente colectivo como en las instituciones globales, pero el desanimarnos ante este escenario nos conduce a una resignación que sólo seguirá asegurando el predominio del sistema abusivo. 

El Buen Vivir, remarca la importancia de la aplicación de las resistencia epistémicas en las estructuras vigentes del sistema, en el caso de Ecuador y Bolivia apreciamos la resignificación del concepto hegemónico de desarrollo en su transición al régimen de desarrollo que obedece a valores, dinámicas y principios que fomentan una inclusividad dentro de las instituciones estatales; una alternativa que destaca por su funcionalidad en el sistema vigente pero que no es condicionada por este. 

Por ende, me parece más que pertinente destacar la necesidad de un enfoque pluriversal que incluya las distintas cosmovisiones existentes e irrumpa en los paradigmas clásicos que rigen las epistemologías sistémicas en la actualidad. 

Referencias

Tamayo y Tamayo, M. (2003). El proceso de la investigación científica (4.ª ed.). Limusa.

Quijano, A. (2014). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder (pp. 778-827). CLACSO.

Walsh, C. (2006). Interculturalidad, descolonización del Estado y del conocimiento. En C. Walsh, G. Linera, & W. Mignolo (Eds.), Interculturalidad, descolonización del Estado y del conocimiento (pp. 9-123).

Grosfoguel, R. (2011). Decolonizing Post-Colonial Studies and Paradigms of Political-Economy: Transmodernity, Decolonial Thinking, and Global Coloniality. TRANSMODERNITY Journal Of Peripheral Cultural Production Of The Luso-Hispanic World, 1(1). https://doi.org/10.5070/t411000004 

Gudynas, E. (2011). Buen vivir: Germinando alternativas al desarrollo. América Latina en Movimiento, (462), 1-20. ALAI.

Grosfoguel, R. (2016). Del «extractivismo económico» al «extractivismo epistémico» y «extractivismo ontológico»: una forma destructiva de conocer, ser y estar en el mundo. https://www.redalyc.org/journal/396/39646776006/html/ 

  1. Análisis de la obra: https://diosesdelmundomoderno.wordpress.com/dioses-modernos/ ↩︎
  2. El equivalente al concepto de naturaleza en los indígenas andinos es Pachamama, en el Islam es Twaheed y en África es Ubundu. 
    ↩︎

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